martes, agosto 28, 2007

 

Objetivo cumplido

Ya está, me he cargado el inglés. ¡Hala! estará contento el niño, por fin lo ha conseguido.
Durante los últimos días me he dado cuenta de que es un hecho, hablo inglés como en el instituto.
Llevaba bastante tiempo con ganas de tener el mismo nivel de inglés que de alemán.
Y la verdad es que no iba por buen camino, porque iba a clase de alemán pero de vez en cuando leía algo en inglés, o caía una peliculilla en versión original.
Así no se puede, era imposible, siempre uno iba por delante del otro.
La solución llegó sola, sin esperarlo. Como suele pasar con estas cosas, las cosas son muy fáciles y uno se empeña en complicarlas. No había que subir el nivel de uno, sino bajar el de otro.
La verdad es que tampoco he necesitado mucha dedicación. Así, a ojo, calculo que en menos de un año me he cargado el esfuerzo de los últimos cinco.

Nunca tuve un gran nivel, si veía una peli entendía un cuarto, media me inventaba y el otro cuarto quedaba en el limbo, como algo de lo que nunca disfrutaría. Pero bueno, al menos me sentía satisfecho con eso, seguro de mí mismo y sabía que podía mantener una conversación o incluso trabajar sin usar mi lengua materna.

Siempre tenía al inglés como referente para el alemán. Recordaba de qué manera había estudiado los verbos para repetir el método, asociaba palabras de uno y otro idioma, la mitad de los pensamientos que me venían respecto a un idioma ya los había vivido con el otro... el caso es que siempre iba a remolque.

Ahora me encuentro con que si quiero hablar inglés tengo que hacerlo despacito, pensando las palabras, buscándolas y dándole empujones al alemán que se mete en medio.
Tampoco me ha pillado de sorpresa, esto se estaba viendo venir hace un tiempo, pero no tenía pruebas de ello. Y, sobre todo, antes me engañaba a mí mismo pero ya tengo pruebas claras de que esto está fatal.
No creo que sea la falta de práctica (que también), sino que ambos idiomas tienen demasiadas coincidencias, me vienen palabras en un idioma cuando quiero decirlas en otro.
Una sensación de impotencia, de creerme mejor de lo que soy cuando a la legua se ve la realidad.

Si me dieran a elegir entre hablar alemán o inglés, ya no sé qué es peor. Para lo que hemos quedado, una de las pocas cosas claras que tenía en la vida y ahora tampoco.
Esto me lleva a que tampoco sé qué reforzar, si dar uno por perdido, volver con el hijo pródigo, ir a lo fácil, abandonar a los dos, defenderme a dos manos...

Lo mejor será meterme con el francés, que todavía me defiendo en inglés o alemán y podría igual los tres idiomas en medio año (lo que significaría quedarme, únicamente, en conversaciones con el sector servicios).

La última que me han dicho es que parezco alemán. Y esta vez no estaba colorado y rubio por el sol. Y tampoco era por mi acento berlinés, si al menos hubiera sido eso.

viernes, agosto 24, 2007

 

La salud es lo que importa

Que recuerde el programa del doctor Sánchez Ocaña y el de la doctora Ochoa.
Y que apenas tenga recuerdos del que lanzó a la fama a Penélope Cruz.
Los caminos de la mente son inexcrutables.

Con el tema de la salud los alemanes son muy cuidadosos, o no. Me tienen hecho un lío.
La comida tradicional alemana no es especialmente sana. Se basa en patatas y cerdo, acompañados siempre de salsas, a veces también col podrida.
Apenas conocen el pescado. Y parece que no tienen curiosidad por conocer sus ventajas.
En la sección de precocinados he visto guarrerías bastante curiosas (unas con buena pinta, otras no tanto). Y a precios bastante sospechosos.
En general, que haya comida tan barata en algunos supermercados me hace pensar mal. Que haya sitios donde venden medio pollo asado por euro y medio no es la mejor publicidad para un barrio.
La sección repostería es bastante variada, pero siempre muy muy dulce. Demasiado empalagosa, tanto azucar, crema, mermelada.
No son muy ordenados con las comidas, les gusta comer de pie, o andando, sin disfrutar, mientras hacen otras cosas. Cenan demasiado pronto y el resto de la tarde se la pasan picoteando hasta la hora de acostarse.
Lo más típico en Berlín son las salchichas con ketchup, además del codillo (mitad carne magra, el resto piel y hueso). Y, por supuesto, el kebab, que seguro que en los orígenes era hasta bueno, pero por lo que cobran aún sigo preguntándome qué carne meten ahí.
La fruta no es lo que mejor se cultiva por aquí. Todo tiene que ser importado y por eso mismo nunca ha tenido tanta tradición.

Sin embargo están muy preocupados por comer sano.
Nunca he visto tantos productos Bio (en España los llamámos ecológicos, aún no sé qué definición es más cursi), cualquier cosa puede tener el sello Bio. Lo entiendo en la fruta, pero un yogur Bio se me hace más difícil. Estos productos están hasta en el Lidl, nunca habría dicho que aquí se esfuerzan por ofrecer calidad. Y no les importa que sean más caros.
Todos los vegetarianos que he conocido eran alemanes o tenían alguna relación con el país. Y en general no lo hacen por convicciones morales, sino porque piensan que así tienen una vida más sana (discutible este punto, pero el caso es que se esfuerzan por estar mejor).
Me cuentan que en muchas casas tienen varios tipos de harinas (de hecho, tienen botes con los cereales, para poder moler su propia harina y hacer el pan y bizcochos). Conocen variantes del trigo con menos hidratos de carbono y más fáciles de digerir.
Consumen productos rarísimos que en España nos venden en herbolarios porque son lo mejor que existe pero que no nos acabamos de creer: soja, mijo, cebada, tés y arroz de 4 clases...
Las gominolas las hacen con menos azucar y más zumo que en España (al menos así lo dicen en los paquetes).
Los bocadillos, fríos, siempre están llenos de lechuga, tomate y pepino. Luego además llevan queso o jamón, pero la verdura parece que es imprescindible.

Los españoles, que parece que tenemos todo a favor, nos emperramos en decir que somos mejores y comportarnos peor.
Dieta mediterranea, no hace más que llenarse la boca.
Pero nos empeñamos en echar salsas para disimular el sabor de las cosas. Si no te gusta la comida, escoge otro plato, pero no lo llenes de ketchup y salsa barbacoa.
La bollería industrial hace estragos. El chocolate de un cuerno de chocolate tiene toda la pinta de ser radiactivo.
El pescado y la fruta lo teníamos de toda la vida casi como castigo. Hay gente que insiste en que el pescado no es fácil de comer porque tiene espinas y la fruta hay que pelarla. La solución para esa gente se llama batidora, todas las comidas en puré y así el esfuerzo es mínimo.
Será pescado, pero un bocadillo grasiento de calamares no creo que entre dentro de la cocina mediterránea, por muy tradicional que sea en algunos bares.

Las niñas en España van con camisetas ombligueras enseñando los michelines. Y al que no le guste que no mire, que para eso además son más chulas que nadie y con chándal todavía parecen más kinkis.
Y no, si por genética tienes el culo gordo, el resto del mundo no tiene porque considerarte una top-model teniendo eso en cuenta; simplemente tendrás que esforzarte un poco más. El que no tiene una memoria prodigiosa se esfuerza más para sacar una oposición, pero no pide que se le respete por ser más torpe que los demás.
En Alemania también tienen problemas de obesidad, pero llevan más tiempo preocupados por el tema.

Y yo no hago más que mirar por la calle, intentando comparar si hay más gordos en España o Alemania.

martes, agosto 21, 2007

 

En cumplimiento de la normativa vigente

Más de una persona me ha asegurado que dentro de cada alemán hay un espía en potencia.
Esto podía ser cierto en los tiempos de la Stasi. Y la gente que estaba metida ahí, aunque fuera de colaborador, era demasiada para que hayan desaparecido todos.
Eso también explicaría por qué no se llevan las persianas y cortinas: si no quieres que te vean es que algo tienes que ocultar.
Y me ayuda a entender que nadie se preocupe por cómo van los demás, con calcetines y sandalias, desnudos por el parque, con los colores sin conjuntar (y para que yo me dé cuenta de esto es que la cosa está muy mal). En realidad sí se fijan, pero han desarrollado la capacidad de memorizar el entorno sin que se note.

Esa labor de espionaje les sirve cuando quieren hacer notar a alguien que actúan mal.
Y es que los alemanes son bastante rigurosos cuando se trata de seguir las normas. Sobre todo cuando se trata de que las cumplan los demás.
Puede ir un tío montado en bici de noche, sin luces, con el mp3 en las orejas, hablando por el móvil y llevando una cerveza en la mano libre. Además, en lugar de ir por el carril bici va por la acera, que suele tener menos baches.
Si tú vas por la acera en dirección contraria, ya se encargará de hacértelo notar.
En realidad tu delito es justo lo único que él hace bien, pero eso es lo de menos, estás infringiendo la ley.
Hay que entenderlo, ese tío ha tenido, por un momento, que pararse a pensar si podía seguir por su camino sin chocarse contigo o debía dejar de pedalear para evitar el choque, calcular la distancia, la velocidad, el insulto...
En el fondo me da lo mismo, entre su velocidad y la mía, que vamos en dirección contraria, habrá una velocidad relativa de 40km/hora, intuyo que me reprocha que vaya en dirección contraria, pero no entiendo nada.
En lo que me entero de que está hablando y trato de escuchar ya estamos demasiado lejos.
Si avisara en la distancia de que va a insultarme... pero en estas condiciones no, no tengo otra cosa que hacer que estar atento a esa gente.
Aunque en realidad muchas veces sí sé lo que va a pasar, simplemente no me apetece hacerles caso.

Otro día vi como uno asomado del balcón gritaba a unos turistas que habían montado a los niños en unos columpios de patio interior, en plena zona llena de turistas.
Hombre, que si ese señor, que ya andaría jubilado, quiere montar esa tarde en los columpios y está ocupado por niños extranjeros, es normal que le moleste.
Ejemplos hay muchos más, como los que se quejan por las fiestas en casa, aunque el ruido no les llegue.

Hay veces en las que me encanta no entenderlos

viernes, agosto 17, 2007

 

La vida al revés

Estando unos días de vacaciones por España me he dado cuenta de que la vida es reversible como una chaqueta.

Igual que estando en Alemania las cosas me parecen curiosas, un alemán en España se sentirá un poco raro muchas veces.

Por una vez me he disfrazado de alemán y he tratado de adivinar sus pensamientos cuando están en España rodeados de españoles (eso descarta Baleares y Canarias).

La gente no para de comer. En general no desayunan mucho (normal, si se acuestan con el estómago lleno todavía tienen reservas), pero a eso de las 11 se van al bar a comer algo.
Café con leche y tortilla. Lo juro, lo he visto. No es que me escandalice por mezclar dulce con salado, pero es que esto me parece hasta obsceno.
Claro que en el mismo bar donde comen eso tienen colgadas patas de cerdo. Vale que están curadas y que el jamón serrano es típico, pero es que se distingue hasta la pezuña, que si los cerdos se pintaran las uñas ahí estaría el esmalte todavía.
En esos mismos bares, en los auténticos, se pueden tirar las cosas al suelo: las cáscaras, las servilletas, la colilla del cigarrillo... Me pregunto si, según abren por la mañana, ya esparcen un poco de eso para darle su encanto. No es tan asqueroso como pudiera parecer, de vez en cuando van barriendo para no inundarse.

Alrededor de las 2 la gente come, ni siquiera entraré a valorar lo tarde que me parece.

Y a las 7 de la tarde ya están de nuevo tragando. Y ahí sí que es un no parar hasta la noche.
No sé si es la merienda, las tapas, los pintxos, la merienda-cena, la cena temprana o simplemente gula. El caso es que entre unas cosas y otras hasta las 11 de la noche se puede ver gente en una terraza comiendo.

Otra cosa que no entiendo cómo soportan es el calor.
Por supuesto que depende de la zona. Aunque en verano en general hace calor en todas partes, en el centro y sur es insoportable.
Llegan a los 40º y la gente ni se asusta. No salen de casa, se van a centros comerciales con aire acondicionado, lo que sea, pero ¡es que no se puede pisar la calle!
¿Y por la noche? Insufrible, que son las 6 de la mañana, hace más de 8 horas que se puso el sol y aún hace calor. Incluso los autóctonos, que yo pensaba que estarían acostumbrados a eso por aquello de llevar desde niños viviéndolo, lo pasan fatal.
Claro, la gente no duerme bien por la noche y luego parece que todos están mal de la cabeza. Ahora empiezan a explicarse muchas cosas.

Y así podría seguir y seguir y seguir, hasta no saber dónde son más raros, si allí o aquí (que esto parece el Barrio Sésamo y ya no sé qué es aquí y qué es allí).


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