martes, diciembre 19, 2006

 

Vaya bragas que traigo, niña

Siempre me ha encantado escuchar a las gitanas en el mercadillo, vendiendo la mercancía. Ahí, al lado de casa, sin necesidad de irse 3000km para disfrutar de estas cosas, que también sé valorar lo que tengo.

En esta bendita ciudad se llevan mucho los mercadillos.

Sí, claro, como en España, con gitanos vendiendo y gitanas gritando.
O como el rastro, o como la feria del libro.

Pues aquí es otro estilo, aparte de los mercadillos de comida (de los turcos), de artesanía, etc. hay mercadillos donde la gente vende cosas.
En realidad no he visitado tantos, alguno de artesanía de pasada y otro (2 veces, la primera me impactó y la segunda me remató, a ver si repite).
Aún así, una vez más el atrevimiento de la ignorancia me da alas para escribir.
De momento lo que tengo claro es que me han criado como a un rico.
Sí, papá, mamá, no sabéis la de dinero que hemos tirado en casa con la manía esa de la limpieza y tirar trastos viejos.
En el mercadillo este (al que no fuí por el placer del mercadillo, sino por comer en algún sitio por allí cerca) había cualquier cosa que uno habría tirado.
Los clics de Playmobil (según el puesto, están tirados en una manta o en posición de combate), Lego, Barbie...
Cosas de electrónica; que la primera Game-Boy de la historia puede tener su rollo nostálgico, y si alguien busca una extraña pieza de la bici también le puede ser útil.
Lo que no entiendo es que alguien vaya a comprar partes de vaya uno a saber qué ordenador y de cuándo (lo que es una placa con microchips, que no eran más).
Y los teléfonos antiguos, con rueda, eran bonitos, pero eso de tener todas las teclas de un teclado encima de un tablero (que los teclados enteros también estaban, pero un puesto vendía las teclas sueltas).
Cargadores para el móvil, que me imagina ahí con mi móvil, probando cuál tenía el enchufe que encajara.
Y algunos tenían posters muy chulos, incluso originales pintados por ellos, pero a otros sólo les faltaba vender el papel pintado que arrancaron cuando decidieron redecorar la casa.
Y que no tenían mala pinta las revistas de hace 30 años (Playboy, concretamente), pero el puzzle de 2000 piezas no creo que tuviera garantía de que contuviera todas las piezas.
Todavía me pregunto si las sartenes serían antiadherentes, cuándo fue limpiada por última vez la picadora de carne, por qué me atraía endiabladamente todo lo que parecía funcionar a pilas, si las máscaras anti-gas había sido probadas... creo que podría haber descubierto grandes joyas ahí tiradas.

Si no hay más que echar un vistazo a eBay (tienda de subastas de Internet), que la versión alemana tiene muchísima más oferta que la española.
Aquí lo viven mucho más. Definitivamente, décadas de ventaja.

jueves, diciembre 14, 2006

 

Ya llegó la Navidad en unos grandes almacenes

A esta bendita ciudad llegó la Navidad.

Creo que ya lo había comentado, no es nada nuevo ni sorprenderá a nadie, las calles con luces, los árboles plagados de lucecitas, las tiendas adornadas, tiendas de decoración llenas de cositas de Navidad.
Las calles que estaban oscuras siguen siéndolo ahora.

Aquí lo que se llevan son los mercados de navidad.
Anda, como en España. NO, no son como en España, con las caretas y artículos de broma.
Aquí lo que se lleva sobre todo es la comida, calculo que la mitad de los puestos tienen grasaza en distintos envoltorios.
En los puesto de comida incluiría también la bebida, las normales de refrescos, zumos y café más la estrella de esta época del año: El Glühwein (ni idea de la traducción), vino caliente con canela y clavo, básicamente.
No me gusta especialmente esa bebida, pero en ese entorno, con el frío, con las farolas/calefacción, ambiente navideño... es lo que mejor sienta al cuerpo y al espíritu.
La bebida la sirven en tazas, previo pago de un depósito entre 1 y 3€ (que entregan al devolver el casco, si uno no se lo lleva a casa, que a veces es buena opción y barata).

La otra mitad de los puestos son las típicas cosas que uno espera encontrar en una feria así, artesanía, decoración navideña, bisutería, gorros, guantes, jabones, velas, decoración...
Es una versión distinta a lo que se encontraría en España pero las bases son las mismas.

Algunos tienen tanto éxito que cobran 1€ por entrar (otros son gratis) y tienen espectáculos dentro, un escenario con niños cantando, gente tocando instrumentos en los rincones, baños con un platillo y la señora vigilando para insultar al que no pague... Todo muy entrañable.

El último día que fui a uno de estos, después de un par de Glühwein nos montamos en la montaña rusa, que al lado del mercadillo de navidad han montado una feria (típica feria, con cacharros, tómbolas, comida y todos los olores típicos).
Interesante, nunca había estado en la feria en diciembre.

Tanto rollo con el calendario de adviento y llevo 5 días de retraso.

martes, diciembre 12, 2006

 

Malos pelos

Es una canción de Kiko Veneno.

Hubo un tiempo en que le cogí el gusto y la aprendí casi de memoria. "Malos pelos dónde iras/siempre se levanta tarde/...".

También pensé poner de título "Suéltate el pelo" -como la peli de los Hombres G (antes de su primera y nunca bien ponderada retirada)-, pero me cae mejor el Kiko.

Llegó la semana pasada el momento de ir a la pelu.
Sabía que tendría que llegar y lo había estado alargando demasiado.
En realidad no sé por qué, si en España no suelo quedar completamente satisfecho (y siempre he pensado que domino el idioma), aquí no podría ser peor.

Según lo planeaba ya me planteé llevar una foto de Matt Damon y decir que me dejara como él, pero seamos realistas: yo no tengo los ojos claros.

Después de practicar varias veces y preguntar cómo se decía que quiero cortarme el pelo fui a la que tengo más cerca de casa (que no la más barata, pero como siempre eso lo descubre uno cuando ya ha hecho el gasto).
Allí que entro y me viene una chica interrogándome con la mirada.
¿Chica, qué voy a querer? Pues que al lío, no sé cuántas cosas hacéis aquí; que si tuviera las raíces negras todavía podría pensar que quiero teñirme.
Me hizo esperar unos 10 minutos (imagino que estaría charlando con su amiga en un cuarto interior, porque tenían a otra pobre con las mechas delante de un espejo y no había nadie más en el local).

Que cómo quiero me pregunta, pues normal, corto.
Aquí ya había previsto que llegaría la gran duda, no sabía bien cómo decirle.
Nada, que le dije que quería que me cortara a 12 milímetros (alta tecnología, que miden el pelo).
En realidad es la misma máquina cortadora que en España, pero en el lateral en lugar de poner un número entre el 0 y el 5 lo ponen en milímetros.
Suena más a farol que a realidad.

Al final de todo casi me gustó más que otras veces.
No se empeñaba en darme conversación, no se entretenía cortando al aire, hizo su trabajo sin tonterías.
Duró la mitad de lo que estoy acostumbrado, pero salí con la misma sensación de siempre.

Duro fue el momento de pedirle que las patillas también debía cortarlas, que no sé cómo se dirán y es posible que nunca aprenda, aunque con las manitas ya nos pudimos entender.

Sólo me pregunto si la cara de borde la tendrá así siempre o a mí me consideraba un cliente especial.


martes, diciembre 05, 2006

 

Hagas lo que hagas...

vete a Praga. No es exactamente lo que decía Almodóvar, pero como consejo resulta muchísimo más práctico.

Quitando el hecho de que está lleno de checos y de turistas, la ciudad está muy muy bien.

Lo de los checos es inevitable, lo de que miren mal a los turistas es comprensible (ver todos los días la ciudad invadida por gente rara acabará cansando), lo de los agobio de gente se rebaja yendo en invierno.

Como lo de ir a -20º todavía no parece divertido, marché para allá este fin de semana, disfrutamos bastante de la ciudad, pasando un poco de fresco pero sin lluvia, se veía todo lo que había que ver perfectamente. Había bastante gente, pero no necesitamos una hora para cruzar el famosísimo puente de Carlos, que según me han dicho es donde más se concentra la gente.
La ciudad es bonita para verla, como concepto general, hay que pasear por ella y disfrutarla, sin centrarse en monumentos concretos (que los hay).

La comida me gustó, la cerveza me gustó, el mercadillo de Navidad me gustó. Al vino caliente no sé qué le hicieron para que supiera tan mal.

Me encanta visitar ciudades con gente que está viviendo allí, nos contaron batallitas de allí, anécdotas, nos llevaban a sitios...

Curiosa la carretera en la entrada a la República Checa desde Alemania, con casetas a los lados donde hay gente bailando en un escaparate (¿será que los alemanes las prefieren checas?)

Lo peor del viaje es que aún no he empezado mi Adventskalender, no he estado en casa apenas en lo que llevamos de adviento.

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