jueves, septiembre 20, 2007

 

Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto

Me encanta este título de película.
No he visto la peli, no tengo ni idea de qué va, pero el título me parece genial.
No lo veo deprimente ni nada, hay planes para hacer con niños, con colegas, con padres, planes en solitario, para los días de invierno... pues también los muertos tienen derecho a un poco de actividad.

Ahora estoy más en plan "cosas que hacer en Berlín en mis últimos días".
La de cosas pendientes que aún me quedan por hacer, más las que ya no podré hacer, más las que he dado por perdidas.
Nunca me ha dado miedo no cumplir los planes; ya hago los cálculos de que sólo cumpliré la tercera parte de lo que quiero (eso si me pilla en buena racha); también, por eso mismo, intento saturarme.

Es lo normal que le pasa a todo el mundo, tiene la ciudad siempre ahí, disponible, y por eso mismo no hace nada. El típico que lleva 30 años viviendo en Madrid sin ver el Prado (ni el Bernabeu, que es el equivalente para según qué persona).
Este año lleno de visitas me ha impedido relajarme y la mayoría de cosas para turistas me las he tragado.
Otras exposiciones temporales se me han escapado (no se puede dejar a la gente un margen de 6 meses, luego todos se relajan y no van).
También hay cosas que me apetecían al principio y luego perdieron interés.

De los museos importantes he visto casi todos los que me apetecían, ahí he cumplido.
De discotecas y otros antros no he andado mal. No están tachados de la lista todos los imprescindibles pero puedo sentirme orgulloso.
Rincones ocultos que no vienen en las guías he descubierto algunos. Esta sí que es una tarea de nunca acabar.
Lo de los lagos no hice más que empezarlo. No me siento mal, esto dependía más del clima que de mí.
He montado en bici por ocio, he ido a trabajar en bici. He hablado por el móvil con la mano del freno. He montado en bici sin frenos; al principio era divertido pero después de un mes a veces paso miedo.
El casting para trabajar de extra en películas llegó de casualidad, pero también está en la lista del haber.
He visitado mercadillos y he comprado cosas.
Bares oscuros, guarros y llenos de sofás de origen sospechoso he visitado los que he podido. Es una tarea imposible de completar al 100%.
He hecho botellón en el tren. En realidad, lo de llevar la botella era para no pasar sed durante el trayecto.
He sucumbido al espíritu consumista, a 500m de la estatua de Marx y Engels.
En Ikea he alcanzado un dominio más que aceptable.
He buscado trabajo. Incluso he soportado alguna entrevista de trabajo en alemán.

El nudismo en un parque del centro de la ciudad de momento no me lo planteo.
No he cenado en una casa okupa.
Andar con la nieve hasta las rodillas lo eché de menos, aquí tengo la excusa de que el tiempo no me lo permitió.
En la playa alemana no me bañé porque las temperaturas no invitaban. Y porque el mar alemán no huele a mar (que tuve que volver a España para comprobar que el mar siempre ha olido desde lejos y yo no estaba loco).
No me he dado una leche buena con la bici. No sé si lo echo en falta, el caso es que estaba en la lista de tareas.
No he cocido mi propio pan, ni me he vuelto vegetariano, ni siquiera me volví un comprador compulsivo de productos Bio.
Al final no me apunté a un cursillo de punto de cruz sólo por juntarme con alemanes.
No he escrito un libro, no he tenido un hijo, no he plantado un árbol.

Comments:
No hablas de la gastronomía probada y la que te falta por probar... ni de las veces que has dicho "Prost" -o como se escriba- jejejejeje
 
Has escrito este blog, que como libro de cabecera para estudiar la realidad berlinesa no está mal. Felicidades, me ha encantado. Espero que sigas escribiendo.1bs
 
Imagino que lo de escribir no estaba incluido porque lo tengo como terapia, no puedo evitar hacerlo.

¿Seguir escribiendo sobre qué? Ahí está el problema. Veremos qué nos trae el futuro.
 
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