martes, mayo 22, 2007

 

Espejito, espejito mágico

Traumado estuve toda mi infancia. En casa había un armarito metálico con espejo encima del lavabo. Yo no llegaba al espejo y me tenía que mirar en los cajones de metal; más o menos me hacía una idea de la imagen, pero no era la mejor.
Cuando crecí y llegaba sobrado mis padres decidieron comprar un espejo cuatro veces más grande. No es que me moleste, porque ahora sé que podría engordar hasta ocupar tres veces lo de ahora y me seguiría viendo entero, pero podían haber tenido el detalle unos años antes.

En mi casa ahora no hay espejos. Quiero decir de cuerpo entero.
Tengo el del baño para peinarme y verme las ojeras. Ya apenas me miro la lengua.
Recuerdo un tiempo en que me obsesioné con la teoría de que cuando uno enferma del estómago la lengua está sucia.
No hacía más que sacarle la lengua al espejo para comprobar que siempre estaba malo. Es normal, teniendo en cuenta que nunca supe qué color tiene una lengua limpia.
Así que, el día que me sentía mal, comprobaba que la lengua estaba sucia. Otros días me sentía bien hasta que comprobaba que tenía la lengua sucia.
También es verdad que sí, que los días que estaba muy blanca de verdad estaba peor.

Cuando llegué por primera vez a casa me di cuenta del detalle del espejo. Hay uno medianamente grande, pero empieza a la altura del esternón, así que la utilidad es la misma que la del que hay en el baño. Inclinando y viéndolo con perspectiva todavía puede servirme para ver alguna otra parte de mi cuerpo.
Además, ese espejo tiene un par de rajas que lo atraviesan. Ya me acostumbré a que la gente me recordara mi mala suerte. Imagino que eso se aplica para el que lo rompe, no para que el que lo tiene; de momento estoy relajado.
No voy a negarlo, me da pereza comprar un espejo, cargarlo con él y colgarlo de la pared.
La solución que he encontrado me parece buena: me miro en los espejos de las tiendas cuando me compro ropa.
Simplemente basta con retener la imagen en la memoria para saber cómo me queda. Que quita espacio para retener otras cosas pero no está mal. Hay partes de mi cuerpo que, con o sin espejo, no llegaré a ver.
Está la otra opción, de mirarme en los escaparates cuando paseo por la calle. No lo suelo hacer mucho, pero sí he visto hacerlo. La idea es que uno gira la cabeza como si estuviera mirando lo de dentro, pero todo el mundo se da cuenta de la realidad.
Parece un poco narcisista, pero no tiene por qué. Simplemente uno salió de casa hace mucho y aún no ha pillado un espejo a mano.
Hacerme fotos para verme bien es arriesgado. Acabaría poniendo poses y creyéndome modelo.

En la misma línea de no prestar atención a mi cuerpo está el no tener báscula. Pero también es verdad que a veces encuentro alguna que puedo usar (por ejemplo, la cinta del aeropuerto donde pesan las maletas, me entran siempre ganas de subirme un momento, ¿a ellos qué les costará dejarme hacerlo?).
Al fin y al cabo, la ropa me sigue quedando igual que siempre, seguro que no estoy sufriendo cambios importantes.

Comments:
jajaja. Yo tenía que salir al espejo del ascensor y luego volvía y volvía a salir.... (con lo que pesaba mi puerta)

Menos mal que nos somos presumidos :P

Si te hicieras fotos para ver como estás (buena idea, por otra parte) lo que está claro es que siempre saldrías sonriente.

Como siempre; Tao-Tao :)

V
 
En tu casa estaba la báscula, aunque yo nunca la usé.

Estoy trabajando en el tema de las fotos.
 
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