viernes, abril 20, 2007

 

Acento - dialecto - idioma

Supongo que ese es el orden en el que aparecen los idiomas. Nunca he tenido claro en qué momento un dialecto deja de serlo para convertirse en idioma (cuando no es posible la comunicación entre el idioma original y el dialecto, pero eso es tan relativo... Yo sudo cuando hablo con un gaditano).
Sabía que esta bendita ciudad tenía un acento distinto al idioma oficial (lógico, como en todas las regiones), pero según mis últimas noticias se trata directamente de un dialecto.
Menos mal que no trato con muchos lugareños, porque si no estaría ya loco.
Aún así, sigo sin tirar la toalla y aprendiendo nuevas palabras de vez en cuando (cuantos más absurdas e inútiles mejor).

Frauenverstehender, es la última palabra que está consiguiendo trastornarme.
Es tan simple (aunque larga, es fácil de descomponer para sacar el significado), con un significado tan sencillo y aparentemente inocente, pero con cierto trasfondo y con unas connotaciones que en el fondo son malas.
Con esto de los idiomas pasan a veces cosas así, aparte de otras veces que consiguen que me plantee mi propio idioma, buscando parecidos en las palabras, o parecidos en el origen de las palabras, aun siendo tan distintas; o descubrir que, aunque no siempre lo noto, las cosas son complicadas sin necesidad.
Seguramente ese es el camino hacia lo que alguien me definió como orgasmos lingüísticos, concepto que entendí al hacer la traslación a los orgasmos matemáticos.

Volviendo al tema de los acentos.
En algún momento del aprendizaje de mi primer segundo idioma (el único en el que he conseguido formar frases propias, sin repetir como un loro) me obsesioné con la idea de no tener acento.
Es una tontería, porque acento tenemos todos (no, yo en español no tengo acento, lo tienen los demás. Todos opinamos lo mismo).
Como en inglés algún acento hay que tener, había que elegir entre el americano, irlandés, londinense... Resultado: caos absoluto en la cabeza y mezcla de acentos, frases hechas, jerga regional, expresiones incomprensibles...
Mi objetivo acabó siendo crear confusión y conseguir, al menos, que nadie sepa que soy español al escucharme.
Pero me parece bastante absurdo intentar acabar con el acento cuando ni siquiera domino el idioma, es como el que está aprendiendo a montar en bici y ya se plantea si participar en las tres grandes o mejor centrarse en el Tour y correr la Vuelta para prepararse el mundial.

Al menos pensé haber aprendido la lección y no volver a obsesionarme con el tema.
Qué error, volví a tropezar con la misma piedra. Fui consciente hace unos días, cuando oí a un español hablar alemán (no esos con los que estoy de continuo, su voz la conozco más que de sobra y no soy objetivo) y noté, de lejos, que era español por el acento.
¡No! Eso no quiero, que se note que soy extranjero lo acepto (es hasta bueno, para que no me hablen muy deprisa y en dialecto), pero que sepan de dónde soy es lo peor.

En esto de los acentos los españoles no somos los peores, a los anglófonos se les pilla al momento. Es como si hablaran en inglés usando palabras alemanas, no hay otra forma de explicarlo, la música que suena es el inglés, y las interjecciones también.
Del resto de nacionalidades, en algún momento creí detectar alguna, pero hay gente que lleva tanto tiempo fuera que no es identificable. Otros los identifico porque la voz me suena igual a la de alguien del mismo país que ya conozco (no el acento, sino la voz, curioso cómo trabaja el oído).

Y luego están los muchísimos alemanes que hablan español, un español de origen indescifrable, Sudamérica por haber ido de vacaciones, Cádiz por tener el padre de allí, Salamanca por haber estudiado allí. O, lo más normal, una mezcla de todo que lo hace aún más original.

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